• Cuando asumen el reto de crear una empresa pueden mantener bien a sus familias: Susana Becerril Valdés
• Datos del INEGI indican que son propietarias de 36.6 por ciento de las mipymes
• Lucía Pérez Fragoso enfatizó que a partir de los 12 años dedican 39.7 horas a la semana a labores no retribuidas del hogar y de cuidados; los hombres, 15
El primer obstáculo que enfrentan las mujeres para emprender o crear su propia empresa es confiar en quienes les dicen que no pueden hacerlo, este es su primer reto a vencer; además, la baja autoestima les genera dificultades mayores, aseguró la empresaria Susana Becerril Valdés, ante estudiantes de la Facultad de Contaduría y Administración (FCA) de la UNAM.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), refirió, son propietarias de un tercio (36.6 por ciento) de los establecimientos micro, pequeños y medianos de manufacturas, comercio y servicios privados no financieros.
En 20 años como consultora en apoyo de Pequeñas y Medianas Empresas, ha identificado la baja autoestima, a pesar de que hay mujeres con potencial y lo que quieren hacer lo logran.
Al ofrecer la charla “Las claves del empoderamiento emprendedor en las mujeres” en la FCA, refirió además que según el Censo de Población y Vivienda 2020, 51.2 por ciento de la población está formado por féminas, es decir, 64 millones 540 mil 634.
En términos académicos, 65 por ciento de emprendedoras tiene estudios universitarios, frente a 53 por ciento en el caso de los hombres. En cuanto a sus ganancias, la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresa reporta que destinan más de 70 por ciento de este recurso para su comunidad o familia.
Entre los motivos que las impulsan a emprender, añadió la licenciada en Administración de Empresas, 29 por ciento lo lleva a cabo para generar independencia económica y tener su propio negocio, 20 por ciento para elevar su calidad de vida; otro 20 por ciento para generar un cambio en el ramo de su interés; 18 por ciento para continuar con el negocio familiar y 13 por ciento para encontrar una vía de ingresos después de la pérdida de algún trabajo.
Becerril Valdés subrayó que el primer estudio realizado sobre el tema, en 1999, indicó que 14 o 15 por ciento iniciaba un negocio; hoy la cifra es cercana a 45 por ciento, lo que se puede atribuir al cambio en el estilo de vida, porque antes la expectativa era casarse y tener hijos.
En varios casos, afirmó, solo tienen el deseo de hacer algo, pero presentan baja autoestima, están divorciadas, sin dinero, con diversos problemas y sin creer que pueden lograrlo. Sin embargo, cuando asumen la determinación, mejoran en todos los sentidos.
Lo primero que se requiere para ser emprendedor, enfatizó la también profesora, es tener decisión de hacerlo y luego definir con claridad la idea, ya que será la parte fundamental para iniciar un negocio.
“Nadie puede llegar a ningún lado esperando que los otros adivinen qué quiero; cuando escribes la idea, nadie te va a copiar lo que quieres hacer. Escribe claramente, evita términos que nadie entiende, sé clara, a quién le vas a vender, qué quieres vender, cómo quieres vender”, sugirió Becerril Valdés.
Para la especialista, también se requiere preparación toda vez que los negocios exitosos son aquellos en los cuales la gente entiende cómo funcionan las cosas, estudia y se vuelve experta en el giro en el cual se desenvuelve. Esto lleva a crear un modelo creativo, innovador, donde se ofrece lo que otros no pueden.
Crisis en las tareas de cuidados
Al participar en la última sesión del Seminario Ciudad Habitable para Todas y Todos, “Replanteando la ciudad desde los cuidados”, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, la integrante de la organización Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia AC., Lucía Pérez Fragoso, sostuvo:
La pandemia agravó problemas que existían, entre ellos violencia de género, aumento de la pobreza, desigualdades en general entre mujeres y hombres, muertes maternas y crisis de cuidados.
“Quienes hemos mantenido la vida durante la pandemia somos las mujeres. El trabajo doméstico y de cuidado dentro de los hogares, es lo que ha hecho que se pueda seguir funcionando en esta ciudad; engloban una gran cantidad de actividades necesarias para sostener la vida”.
La principal característica del cuidado, añadió, es que se realiza fundamentalmente sin remuneración, aspecto de la identidad femenina; es decir, los varones proveen y las mujeres cuidan. Esto es la división social del trabajo, “la cual está en la base de la estructura de la organización social”.
Apuntó que a pesar de la evolución y la presencia de ellas en el mercado laboral, no ha cambiado la situación del trabajo doméstico y de cuidado no remunerados que realizan, en el cual no participan los hombres.
Pérez Fragoso expuso que, en promedio, las mujeres de 12 años y más dedican 39.7 horas a la semana a las labores no retribuidas del hogar y de cuidados, en tanto, los hombres, 15 horas. Mientras que en la actividad remunerada, 37 horas y 47, respectivamente. Reconoció que son los varones mayores de edad, los más estudiados y cultos quienes colaboran con los trabajos domésticos y de cuidado.