- Octavio Esparza Olguín, junto con sus colegas, halló escaleras jeroglíficas, de las cuales solo se ha encontrado menos de medio centenar en el mundo maya
En el descubrimiento en Campeche de una antigua ciudad maya denominada Ocomtún, la UNAM participó a través del arqueólogo y epigrafista Octavio Esparza Olguín, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL).
Se trata de un núcleo monumental que incluye más de 50 hectáreas y cuenta con diversos edificios de grandes dimensiones y estructuras piramidales de más de 15 metros de altura, ubicado en la reserva ecológica Balam Kin, al sur de esa entidad.
Su nombre en maya yucateco significa “columna de piedra” por las numerosas estructuras cilíndricas de piedra que se encontraron, de acuerdo con lo informado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia sobre el hallazgo, en junio pasado.
Ocomtún se ubica en un sitio que no se había estudiado; está en medio de la selva, a siete horas de camino del poblado llamado Constitución. Su descubrimiento fue posible gracias a la tecnología llamada LiDAR (acrónimo en inglés de Laser Imaging Detection and Ranging), que mediante pulsos de un haz láser detecta estructuras debajo de la vegetación selvática.
“Encontramos bloques con inscripciones que contienen nombres de asentamientos o topónimos que estamos estudiando”. El sitio fue un centro importante a nivel regional, probablemente durante el periodo Clásico Tardío (entre los años 600-900 de nuestra era), detalló el arqueólogo y experto en escritura maya quien colaboró en la investigación liderada por Ivan Šprajc, del Centro de Investigaciones de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes.
Análisis arqueológico
Como parte de su proyecto de investigación Textos jeroglíficos y contextos arqueológicos: estudio de los monumentos grabados del sur de Campeche y Quintana Roo, (PAPIIT IN403823), Esparza Olguín ha indagado esa región del sureste del país.
El especialista refirió que un monumento no solo es valioso por sus inscripciones o elementos iconográficos, sino por el contexto que lo rodea. “Determinamos si tiene asociación con algún edificio, si está alineado o no con otros monolitos, si hay alguna relación astronómica o si tiene ofrendas, ya que entre los mayas era costumbre, cuando se erigían, colocar depósitos rituales que contenían objetos de jade, concha, obsidiana o pedernal”.
Las estelas (piedras talladas) no están desligadas de su contexto, se encuentran asociadas a una estructura, otros monumentos y a ofrendas. Por ello, además del estudio epigráfico o iconográfico, es importante el análisis arqueológico, razón por la cual surge este proyecto que continuará en su segunda etapa hasta 2025, adelantó el universitario.
En la realización de sus investigaciones, Esparza Olguín colabora también con Kenichiro Tsukamoto, de la Universidad de California Riverside, y con Javier López Camacho, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en sitios inéditos que nadie había excavado.
La mayoría de los lugares, puntualizó el académico del IIFL, tuvieron su apogeo durante el periodo Clásico Tardío. Algunos de ellos tienen relación con la entidad política de Kaanu’l, también conocida como de la “cabeza de serpiente”, porque el glifo emblema con el que se le identifica tiene esa forma.
Esta dinastía, prosiguió, que radicaba en Calakmul (zona declarada por la UNESCO como bien mixto del Patrimonio Mundial por tener un valor excepcional como patrimonio cultural y natural) era una de las más poderosas del periodo Clásico, llegando a su esplendor entre los siglos V a VIII de nuestra era.
Tuvo bajo su dominio a numerosos lugares de las zonas de estudio, como El Palmar, Dzibantunich o El Resbalón, en cuyas inscripciones aparece el emblema de la “cabeza de serpiente”. Esos sitios –que son más pequeños que Calakmul, pero no menos importantes– estaban relacionados con el linaje de Kaanu’l por vínculos casi siempre de subordinación, la cual tejió una importante red de vasallaje en diversas localidades cercanas.
Hay algunas urbes grandes como El Palmar donde se erigieron numerosas estelas, y eso indica la importancia de ese asentamiento. Se trata de ciudades que sortearon turbulentos cambios políticos y sobrevivieron con éxito, incluso después de la caída de la dinastía Kaanu’l.
Antes se pensaba que los asentamientos mayas tenían baja densidad de población, porque las herramientas disponibles mostraban ciudades más pequeñas de lo que realmente eran; pero con la tecnología LiDAR “tenemos que reevaluar nuestros cálculos”.
Impresiona el tamaño de las metrópolis, de sus obras hidráulicas y las relacionadas con la agricultura: construyeron terrazas agrícolas, canales de riesgo, aguadas o contenedores de agua, etcétera. Por ello, sigue en debate cuánta población pudieron sostener, aclaró.
En Dzibantunich, el universitario y sus colegas encontraron bloques de una escalera jeroglífica (de las cuales sólo se han descubierto alrededor de 30 en el área maya) que, una vez más, mencionan a la dinastía Kaanu’l, mientras que en El Palmar en 2023 el experto registró, junto con otros colegas, diversos monumentos esculpidos de los cuales se desconocía su existencia.
“Estamos viendo qué nos dicen las inscripciones: casi siempre son nombres de gobernantes, fechas importantes o eventos de consagración de los monumentos en los llamados finales de k’atun o periodos de aproximadamente 20 años”, manifestó.
En este último espacio también encontró una escalera jeroglífica, la cual es importante porque no son comunes. En las estructuras casi siempre los escalones son lisos, utilitarios, para ir a la parte alta del templo, pero en algunas ocasiones el peralte está grabado, tiene textos e imágenes de cautivos amarrados.
“Es un efecto visual muy interesante: cuando subes, pisas al cautivo y es como perpetuar su humillación”. En el caso de la escalera jeroglífica de El Palmar se habla de un linaje lakam, asociado a personas que establecían contactos diplomáticos con otras entidades políticas, y su viaje desde El Palmar hasta Copán; hasta ese hallazgo, esos personajes sólo habían sido encontrados en vasijas, con lo cual se demuestra que eran más importantes de lo que se pensaba.
En 2024 seguirán las incursiones en sitios de las regiones del sur de Campeche y Quintana Roo para continuar el registro epigráfico e iconográfico de monumentos esculpidos y su contexto arqueológico. “Nuestro conocimiento sobre los antiguos mayas está en constante cambio: con cada hallazgo se abre una puerta, y se puede modificar lo que ya se sabía”, finalizó Octavio Esparza.
Artículo recuperado de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2023_963.html