Judith Guadalupe Ramos Hernández afirmó que, así como contribuyó a su deterioro, el ser humano es esencial para lograr la adaptación
En la última década se han perdido cuerpos de agua en la Reserva de la Biosfera de Calakmul, y también se ha demostrado que las acciones correctas del ser humano pueden llevar a su recuperación y resiliencia, explicó la académica del Instituto de Ingeniería de la UNAM, Judith Guadalupe Ramos Hernández.
Detalló que a partir de 2011 trabaja con un grupo de especialistas revisando el ecosistema en general, los usos de suelo, así como las afectaciones generadas por fenómenos meteorológicos o el cambio climático.
Durante la charla “¿Resiliencia en el bosque? Interacciones y cambios a diferentes escalas a través del tiempo”, la experta comentó que actualmente investigan en la Reserva de la Biosfera de Calakmul midiendo la humedad del suelo, a fin de establecer la disponibilidad del vital líquido en la región.
Ramos Hernández agregó que se ha dicho que en el bosque hay demasiada agua, pero no en todos lados. En la zona que han estudiado existe sequía si se presenta algún fenómeno como La Niña o El Niño. Si bien actualmente la potable se obtiene de la lluvia, los asentamientos mayas encontraron los cenotes conocidos como aguadas que tienen una profundidad de un metro o metro y medio.
En el Salón de Seminarios Emilio Rosenblueth, la investigadora argumentó que las selvas tropicales interesan porque México es uno de los 10 países con mayor superficie de bosques primarios y su evolución depende únicamente de las perturbaciones naturales.
Ramos Hernández precisó: Hay oportunidades para la restauración, lo podemos lograr por varios años. En este proceso el ser humano es clave, porque así como genera esas perturbaciones también puede ayudar a que se logre la adaptación. Ahí es donde entramos, medimos la humedad del suelo, sabemos cuál es la disponibilidad del agua y las zonas que se van secando, dónde se ha deforestado más y establecemos las condiciones que ayuden a la resiliencia del sistema.
Ante estudiantes y académicos, la doctora en Manejo de Recursos Hídricos puntualizó que este trabajo se realiza a partir de 2011 con el liderazgo de Jesús Gracia, y se colabora con científicos del Instituto de Geología, la Facultad de Química y del Instituto Politécnico Nacional.
Recordó que las investigaciones en la Reserva iniciaron al estudiar la aguada El Ramonal, cerca de las pirámides de Calakmul. En 2013 revisaron el nivel del agua y se marcaron los niveles, pero para 2017 ni siquiera se veía el líquido.
A esto se sumó que en 2012 empezó en la zona una sequía que se agravó hasta 2019; fue tan grave que ese año los animales salieron a buscar agua en las poblaciones; se morían de hambre y también de sed y miedo. Se trató de un fenómeno que secó prácticamente todas las aguadas, pero gracias a la pandemia se recuperaron algunas.
Otro caso es la aguada Helipuerto, cuyo impacto ocasionó que en 2015 solo se viera un manchón y en 2019 se secó. La reducción de las actividades humanas en la zona, aunado al restablecimiento del flujo natural del agua, propiciaron que este año sean visibles nuevamente y estén en recuperación, detalló la científica adscrita a la Coordinación de Hidráulica del Instituto.
Estos sitios, subrayó Ramos Hernández, son reguladores climáticos cuyo alcance es local, regional y global; tienen una capacidad para almacenar casi 68 por ciento del carbono del mundo, por ello la importancia de conservarlos en conjunto.
A medida que los bosques cambian a distintas escalas, es cada vez más importante comprender si esas modificaciones conducen a mejor resiliencia y a posibles puntos de inflexión, por lo que la comprensión de estos procesos ayudaría a evaluar los riesgos para los ecosistemas y presentar oportunidades para su restauración y la gestión forestal sostenible, finalizó.
Artículo recuperado de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2024_457.html