• Concluyó el 17º Diálogo Nacional por un México Social. Horizontes 2030 para el desarrollo, en el cual participaron 24 personas expertas
  • Enrique Provencio Durazo apuntó que es importante atisbar tendencias, ya sea a través de aproximaciones cuantificadas o cualitativas
    A pesar del exiguo crecimiento económico de los últimos años, los datos muestran que, a partir de 2016, la desigualdad en México disminuyó. No obstante, la pobreza afecta a casi 47 millones de personas, expusieron especialistas durante el 17º Diálogo Nacional por un México Social. Horizontes 2030 para el desarrollo.

El coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, Enrique Provencio Durazo, estimó: vamos hacia un horizonte incierto, complejo y con dificultades para discernir la magnitud de los retos y las tareas que enfrentará el progreso en los próximos años.

En esa perspectiva, afirmó, será cada vez más difícil modelarlo, pero es importante seguir realizando ejercicios para atisbar tendencias, ya sea a través de aproximaciones cuantificadas o cualitativas, o de explorar posibles rumbos para tener más elementos y discutir propuestas que nos permitan participar mejor en el debate.

Durante la clausura del encuentro académico -el cual contó con 24 participantes- destacó que este permitirá alimentar más las reflexiones. “Dejamos muchos elementos sobre la mesa: cada ponencia tiene tal riqueza que amerita mantenerla en la discusión”.

De acuerdo con el investigador del PUED, Fernando Cortés Cáceres, “se mida como se mida, la tendencia de la desigualdad es claramente decreciente”. De 2016 a 2022, en el país ha habido reducción sistemática de esta en la distribución del ingreso.

Al participar en el Panel 5 “Perspectivas en pobreza y desigualdad” explicó: se debe a que los ingresos de los sectores sociales de menos recursos económicos aumentaron más rápidamente que los del resto de la sociedad, mientras que el décimo decil sufrió una merma sistemática de sus ingresos a lo largo del periodo.

Al referirse a las fuentes de ingreso monetario corriente total, el especialista detalló que cerca de 90 por ciento proviene de los pagos al trabajo (remuneraciones más negocios propios) y de otras transferencias (jubilaciones, pensiones, etcétera); en tanto, las remesas y los programas sociales tienen un papel mínimo.

La fuerza que estaría presionando el aumento de las remuneraciones del trabajo sería el alza de los salarios mínimos -iniciada en 2016 y que se aceleró a partir de 2019- que impulsa el efecto de mayor demanda de los productos del sector informal, agregó en el auditorio Narciso Bassols, de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional.

Si la economía del país mantiene el ritmo de crecimiento de los últimos años, el comportamiento de la desigualdad en el ingreso dependerá de que México continúe con su política de alza en el salario mínimo real, precisó Cortés Cáceres.

En tanto, la coordinadora de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, Paulina Gutiérrez, dijo que, además, en México la pobreza afecta a casi 47 millones de personas y solo 12 por ciento de la población vive en condiciones de bienestar.

Las raíces del problema se encuentran en el sistema laboral y permanecen de manera estructural: salarios bajos con ingreso inferior a la línea de pobreza; trabajos informales que producen carencias de acceso a la salud y a la seguridad social; exclusión laboral de mujeres y jóvenes que reducen los ingresos del hogar; y la falta de opciones económicas en las zonas indígenas y rurales de mayor rezago social. “La reducción de la pobreza viene, sobre todo, del incremento del ingreso laboral”, abundó.

La experta enfatizó que a partir de 2012 seis de cada 10 personas que trabajan son “working poor”, es decir, que su ingreso es insuficiente para salir de la línea de pobreza; 34.8 millones tienen salarios de pobreza, o sea 68 por ciento de quienes declaran su ingreso, lo cual es inaceptable.

Las mejoras en la productividad -continuó- no han incrementado las remuneraciones de la misma manera. La distribución de la riqueza está “al revés”: las retribuciones son menores (40 por ciento) que las ganancias (60 por ciento), a diferencia de Estados Unidos, la Unión Europea y el conjunto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Para superar el paradigma de la competitividad basado en salarios bajos, se requiere de un nuevo acuerdo laboral, entre otras medidas, sugirió la especialista.

Héctor Nájera Catalán, investigador del PUED, al mostrar los resultados del trabajo en conjunto con Curtis Huffman, titulado El ODS 1: tendencias y prospectivas de la pobreza en México a partir de un modelo bayesiano generativo, subrayó que el patrón bajo el cual se opera para transformar las prevalencias de la pobreza en México es vía el componente de ingresos. Es como se llevó a cabo en el sexenio anterior y como se hará en el actual.

El efecto de las variables clave del modelo presente sobre el ingreso no se ha agotado y va a persistir dos años, pero es insuficiente en el mediano plazo, “con miras al 2030”. Y si bien se ha recibido con optimismo la reducción de la pobreza que se registró de 2020 a 2022 y que seguramente veremos en 2024, “va a alcanzar un techo”.

Para el experto, hay que ir “de regreso a lo clásico” y seguir pensando, entre otros factores, en el rol de la infraestructura social, cuál es el papel que debería tener la expansión de la seguridad social, y en dos de los determinantes fundamentales de la pobreza en México y en numerosas sociedades: los procesos de desigualdad social y de estratificación.

Artículo recuperado originalmente de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2024_867.html

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