Hay zonas que son proyectos potencialmente susceptibles de intervenirse, como el otrora Canal de La Viga, que arrojarían beneficios ecológicos, paisajísticos y arquitectónicos en favor de la población, aseguró Ada Avendaño Enciso
Es vital que existan cuerpos de agua en las ciudades, porque históricamente se asentaron a su alrededor, además de que generan vida y ofrecen diversos servicios ecosistémicos, expuso en entrevista Ada Avendaño Enciso, académica de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
La especialista consideró que fue un desatino entubar un sinnúmero de ríos citadinos que contribuían, de manera general, a contar con mejor ambiente en la urbe, ya que al canalizarlos “no solamente perdimos ese equilibrio ecológico, sino que dañamos el subsuelo, debido a que se ha desaprovechado por décadas los escurrimientos que genera la lluvia y de todo lo que rodea al Valle de México”.
“Aún estamos a tiempo de poder recuperar parte de esa memoria, y en lo posible tener un equilibrio ecológico para beneficio de los habitantes de la metrópoli. Es muy importante para la Ciudad de México que se recupere su esencia, sabemos que fue una zona lacustre, que atendía a la naturaleza y que respondía a su entorno y a su contexto como un gran receptáculo de agua”, indicó.
Luego de más de 500 años de apego a un modelo de desarrollo urbano basado en la negación del elemento natural más importante del territorio: el agua, se ha ocasionado una problemática en una urbe donde imperaba el líquido y ahora es carente de este.
Por lo que la propuesta con mayores beneficios ambientales, sociales y menores afectaciones por la complejidad de la obra, que presenta la mayor viabilidad en un escenario real, fue la reapertura del Canal de La Viga.
“Es cuestión de que empezáramos como un ejercicio de acupuntura urbana. Si rescatáramos un tramo del Canal de La Viga se puede ir sumando una serie acciones que podían convertirse en otro paisaje urbano; hay elementos y condiciones que podemos retomar”, dijo Avendaño Enciso.
Quizá no se dé al 100 por ciento porque el área está intervenida, la ciudad ha crecido, hay una serie de vialidades que interrumpen el recorrer del río, pero por tramos, y luego conectar por el subsuelo; es decir, ir haciendo este “recordatorio” de cómo fue el río generará un medio más amable, sobre todo en tiempos de calor.
“Revertir parte de la entubación coadyuvaría a combatir la desecación del suelo, agrietamientos, oquedades, hundimientos diferenciales, islas de calor y, además, se recuperaría la memoria histórica de la zona”, destacó.
Propuesta
En el trabajo recepcional “México, ciudad regenerativa: teoría y práctica de un nuevo paradigma urbanístico, un proyecto de regeneración para el Canal de La Viga”, que para obtener el grado de Arquitecta presentó en la UNAM Lucía Elsa Benavides Mondragón, y el cual dirigió Ada Avendaño, se propone:
La reinundación del Canal de La Viga, con una intervención de 8.1 kilómetros que cree un cauce de agua, grandes zonas de reparación ambiental, y una propuesta de intervención urbano-arquitectónica que contribuya a organizar la recuperación social y económica de ciertas zonas de la ciudad.
Entre las acciones citadas en el proyecto están: recuperación y creación de áreas de valor ambiental, cuerpos de agua, parques, jardines, pozos de infiltración, estanques a lo largo del recorrido; captación y aprovechamiento de aguas pluviales; tratamiento e infiltración de agua al acuífero; recuperación y creación de áreas convivenciales de encuentro de interacción ciudadano-sociedad, paisaje.
Además de rehabilitación de plazas y, en general, del espacio público, actualmente deteriorado en términos paisajísticos y estéticos; ciclovías seguras y funcionales; transporte acuático de pequeña escala, paseos recreativos y turísticos; embarcaciones de pequeño calado para investigación y mantenimiento del cuerpo de agua.
Lo anterior, debido a que -se lee en el trabajo recepcional- “el agua es un gran regulador térmico. El contacto de esta con el aire humidifica el entorno y reduce la temperatura local. La proliferación de automóviles, la cobertura masiva del suelo con concreto y asfalto (que concentran el calor por tener muy baja inercia térmica) y la gran altitud de las montañas circundantes (que dificultan la circulación del aire a través de la cuenca), han inducido la formación de islas de calor, aumentando las temperaturas promedio en la Ciudad de México hasta en 4°C”.
Canal de La Viga
En su tesis, Lucía Elsa Benavides precisa que el Canal de La Viga fue el último reducto navegable y de comunicación entre los lagos de la cuenca; fue cubierto con una vía de automóviles por tramos de 1921 a 1940. De aquel patrimonio fluvial hoy quedan solamente los canales y chinampas del antiguo lago de Xochimilco, y el Canal Nacional.
Asimismo, señala que 6.5 kilómetros del canal fueron cubiertos por tramos, de 1934 a 1940, para convertirse en vía vehicular (entre las actuales avenidas Fray Servando Teresa de Mier y Ermita Iztapalapa); solo faltó apenas un kilómetro de canal a cielo abierto hacia la zona de Culhuacán. En la década de los 40 se asfaltó ese tramo.
El trazo de la Calzada de La Viga es el mismo del antiguo canal y conecta, ahora como entonces, a Xochimilco con La Merced. Actualmente articula físicamente regiones ancestrales y nuevas de la Ciudad y una serie de lugares de añeja memoria, de bagajes culturales e identitarios.
Podría, concluyó, “ser reivindicado y revalorizado con efectos positivos en las comunidades que atraviesa, que alimente el sentido de pertenencia, el arraigo, el gusto y orgullo por el lugar en el que se vive. Existe una buena medida de bagaje cultural e histórico, y de orgullo y sentido positivo de pertenencia de los habitantes de los barrios tradicionales como San Matías, Santa Anita, Los Reyes, Mexicaltzingo, etcétera”.
Artículo recuperado de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2023_517.html