• Hay que humanizar a las ciencias, dijo Beatriz Vanda Cantón
A fin de que un modelo de desarrollo y bienestar sea ético, debe ser democrático y no estar sometido a modelos económicos o políticos injustos, aseguró Beatriz Vanda Cantón, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM.
Durante su participación en la Cátedra Extraordinaria de Bioética “Problemas bioéticos contemporáneos IV”, puntualizó que para tener un progreso sostenible los aspectos sociales, económicos y medioambientales requieren estar en equilibrio; hay que tomar en cuenta los intereses de todos.
Asimismo, externó que la ética se vive, depende de nuestras conciencias y por eso es importante formarlas desde temprana edad. Hay que intentar humanizar de nuevo a las ciencias e introducir en la enseñanza materias relacionadas con el cuidado del otro, de la ética frente a la vulnerabilidad de las otras vidas, porque eso nos haría más conscientes, “muchos de nuestros actos faltos de ética son por inconsciencia y otros por egoísmo”.
En este contexto añadió que esa disciplina es la libertad para tomar decisiones; es “el lugar donde mi conciencia y yo nos sentamos a platicar”.
Una persona con una conducta éticamente correcta y que busca su propia felicidad y la de los demás, se gana la confianza de los otros; con un trabajo honesto, por lo menos habremos logrado la satisfacción de hacer lo correcto y de ser humanos íntegros.
Es así que la bioética no se limita a la salud y menos aún a la salud humana. Se trata más bien de la ética aplicada a las ciencias de la vida (en todas sus formas), abundó al abordar “La Bioética en México: Una perspectiva desde el Colegio de Bioética”.
Esa disciplina reflexiona en las acciones humanas que afectan a los vivientes en su BIOS. “Es lo que decidimos sobre la vida en cualquiera de sus manifestaciones, desde su nivel genético y celular, hasta el entorno planetario”. También acerca de las obligaciones morales que tenemos con los seres vivos.
Al participar en el encuentro, organizado por el Programa Universitario de Bioética (PUB) y la Facultad de Filosofía y Letras, agregó que tiene “tres grandes momentos”: los dilemas del inicio, durante y el final de la vida.
El primero se refiere, por ejemplo, a la obtención y uso de células troncales, “ante lo cual hay que preguntarse cómo se van a obtener y para qué se van a usar”; experimentos con embriones humanos; reproducción asistida (fertilización in vitro, donación de gametos o destino de los embriones congelados sobrantes), interrupción del embarazo o maternidad subrogada.
La bioética, detalló, no es una “clase de moral” que indica qué está bien o mal, sino que es multi y transdisciplinaria por lo que aborda todos los dilemas que enfrenta a partir de diferentes perspectivas: biológica, científica, psico-social, filosófica, jurídica, etcétera.
Otros temas que trata son los tipos de familia: monoparentales, homoparentales, multiespecie, etcétera; es decir, “grupos de seres vivos que no necesariamente están emparentados genéticamente, que comparten un espacio y una serie de sentimientos positivos que les sirven para apoyarse”.
Asimismo, la ingeniería genética y los organismos genéticamente modificados. Es importante que se puede transformar el genoma de las plantas y de los animales para sacarles más provecho, pero aquí la pregunta sería si es lícito irrumpir en el cuerpo de una otredad, al grado de entrar en su código genético, tan suyo e íntimo, y modificarlo “según me conviene”. Ello es necesario para algunos cultivos de modo que se produzca suficiente cantidad de alimentos, pero hay que considerar que, por ejemplo, acarrean un daño a la biodiversidad.
El principio precautorio señala: si no se puede predecir con un alto grado de certeza lo que va a ocurrir con cierto procedimiento o manipulación, no debo hacerlo porque pueden ocurrir daños irreparables, mutaciones, accidentes, etcétera, precisó Vanda Cantón.
Entre los dilemas del transcurso de la vida tenemos: la ética médica, derechos del paciente, acceso a servicios de salud y medicamentos, trasplantes, etcétera. Junto con los dilemas de neuroética (conciencia, drogas, adicciones) se encuentra nuestra relación con otros animales, por ejemplo en la experimentación científica y la enseñanza donde cabe cuestionar si es lícito usar otros cuerpos y dañarlos “para que yo aprenda”, o su exterminio para que no transmitan una epidemia.
Al final de la vida nos hacemos preguntas como: cuándo admitir o intubar pacientes en las unidades de cuidados intensivos, cuándo limitar o retirar el esfuerzo terapéutico, que se suman a otros aspectos como la muerte médicamente asistida o el suicidio lúcido, entre otros.
La universitaria también recordó que en 1992 se instauró la Comisión Nacional de Bioética, que forma parte de la Secretaría de Salud, y tiene comisiones estatales; luego, se fundó la Academia Nacional Mexicana de Bioética, en 1995.
A finales de los 90 surgió ese campo de conocimiento en el programa de maestría y doctorado de Ciencias Médicas, Odontológicas y de la Salud de la UNAM; en 2002, el Colegio de Bioética, asociación civil que agrupa a científicos, médicos, filósofos, abogados, psicólogos, veterinarios, etcétera, que promueven y apoyan iniciativas de ley, como la interrupción legal del embarazo; y de más reciente creación, el PUB.
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Artículo recuperado de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2023_683.html