• Aumenta la esperanza de vida en el mundo y desciende la tasa de fecundidad, explica Verónica Montes de Oca
• En ocasión del Día Mundial de la Población, a celebrarse el 11 de julio, considera que se debe reformular cómo cuidamos nuestra salud
• Superada la pandemia podría registrarse un «Baby-covid-boomer», es decir, un pico en la natalidad, prevé
El crecimiento de la población mundial ha sido exponencial, pero heterogéneo. Transcurrieron cientos de miles de años para alcanzar mil millones de habitantes, cifra que en aproximadamente 200 años se multiplicó por siete. Hoy, siete mil 875 millones de personas habitan el planeta y se prevé que esa cantidad aumente a ocho mil 500 millones, en 2030; a nueve mil 700 millones, en 2050; y a diez mil 900 millones, en 2100.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) explica que lo anterior se debe al creciente número de personas que alcanzan la edad reproductiva. Aunque se registran cambios notables en las tasas de fecundidad (a comienzos de la década de 1970 las mujeres tenían una media de 4.5 hijos; en 2015, 2.5; en 2020, 2.4 en el promedio mundial, y 2.1 en México) la esperanza de vida se incrementó de 64.6 años -a inicios de la década de 1990- a 71 años en hombres, y 75 en mujeres, este año.
Hoy, 25.3 por ciento de la población mundial tiene de 0 a 14 años; 65.1 por ciento, de 15 a 64, y 9.6 por ciento más de 65 años. En tanto, en México la población total es de 126 millones 14 mil 24. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, 64 millones 540 mil 634 son mujeres (51.2 por ciento) y 61 millones 473 mil 390 hombres (48.8 por ciento); nuestro país ocupa el lugar número 11 a nivel mundial por su número de habitantes.
Con motivo de la conmemoración del Día Mundial de la Población que se celebra el 11 de julio, Verónica Montes de Oca Zavala, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), señala que por la heterogeneidad y complejidad de los grupos humanos se debe hablar de poblaciones, y en este día “debemos reflexionar también sobre las necesidades específicas y los derechos humanos de cada una de ellas. En el caso de México, conocer más sobre algunas, como la indígena, la afrodescendiente o la LGBT, es muy importante”.
Cabe mencionar que esta conmemoración se instauró mediante el entonces Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en 1989, para aumentar la conciencia sobre las cuestiones poblacionales, incluida su relación con el medio ambiente y el desarrollo. Se celebró por primera vez en 1990, en más de 90 países.
Poblaciones mexicanas
En nuestro país, explica la investigadora titular del IIS, las proyecciones de crecimiento de la población se modificaron. “Se incrementa el número de personas adultas y adultas mayores; la tendencia es hacia el envejecimiento, fenómeno que se muestra también en el descenso de las tasas de fecundidad, aunque no es homogéneo en el país”. Hay entidades que tienen una natalidad alta, como Chiapas, y otras que crecen porque tienen más inmigración, como Quintana Roo; unas más registran una tasa de crecimiento menor, como la Ciudad de México.
La disminución de la fecundidad, expone Montes de Oca Zavala, se debe a varios factores: mayor nivel educativo, así como el costo económico y oportunidades de procrear. Aunque al mismo tiempo se presenta un serio problema de embarazo adolescente, en general las mujeres postergan cada vez más el nacimiento de su primer hijo; hay parejas que lo tienen a los 40 años; además, el intervalo entre sus descendientes se amplía en ocasiones hasta 10 o más años.
La experta reconoce que a raíz de la pandemia se registran embarazos no planeados, de los cuales apenas se elaboran estimaciones. Podría evidenciarse un “baby-covid-boomer”; es decir, un pico en la natalidad como el que se dio después de la segunda guerra mundial, ahora en plena pandemia, y sobre todo en áreas urbanas donde el confinamiento en los hogares en mayor.
En cuanto al envejecimiento, señala que el porcentaje actual de 12 por ciento de mexicanos que tiene 60 años o más irá en aumento. “El año pasado la OMS estableció la Década del Envejecimiento Saludable, muy importante porque se considera no sólo a las poblaciones mayores de ahora, sino a los del futuro, que son los jóvenes de hoy”.
Sin embargo, ese organismo también tiene la intención de incorporar a la vejez como enfermedad en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (CIE-11), a publicarse en enero de 2022. “La vejez no es un padecimiento, sino una etapa más de la vida que, además, varía mucho de un país a otro. Incluirla en esa clasificación sería un retroceso histórico brutal”, califica la universitaria.
La también profesora del posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales refiere que se piensa que el envejecimiento implicará un mayor costo para los sistemas de salud en el futuro. En realidad no lo estaría propiciando la estructura por edad en sí misma: la causa sería el cambio epidemiológico, es decir, la mayor cantidad de enfermedades crónicas, que sí están correlacionadas con los diferentes grupos de edad. Hay que considerar que también hay niños o jóvenes con diabetes, lo cual tiene un alto costo emocional, médico y social, por ejemplo.
Por ello, en el Día Mundial de la Población hay que reformular cómo cuidamos la salud a partir de etapas tempranas. Con una pandemia que se ha prolongado por más de un año, “hoy tenemos mayor conciencia de la importancia de llevar una vida saludable, de fortalecer el sistema inmunológico y demás condiciones que no se dan de manera automática, sino a través de políticas públicas, sociales, educativas y culturales integradas, que permitan velar por el bienestar de la gente”, subraya la especialista.
Además, es clara la necesidad de articular el sistema de salud (autoridades, hospitales públicos y privados, etcétera) y “también lo necesitamos en materia de seguridad social”, toda vez que según el Censo 2020 sólo 73.5 por ciento de la población, es decir, 92.6 millones de personas están afiliadas a un sistema de salud, “pero debemos llegar al 100 por ciento, porque en cualquier momento podríamos estar nuevamente en una situación como la actual, y la población debe tener atención inmediata”.
Se requiere una estrategia que articule salud, seguridad social, educación, vivienda y empleo digno, con una mirada transversal que además tome en cuenta el envejecimiento de la población; todo ello será importante en los próximos años. “No hay que esperar a que el 12 por ciento actual de la población con 60 y más años siga incrementándose; debemos comenzar a cuidar a la niñez, juventud y adultez, porque ellos son las y los ancianos del 2050. Si comenzamos a atender a la población desde edades tempranas, podremos enfrentar de mejor manera las enfermedades por venir”.
Otro dato del Censo 2020 es que la población mexicana se sigue concentrando en zonas urbanas, 79 por ciento, aunque después de la emergencia sanitaria algunos podrían cambiar de residencia, como ocurrió en 1985 cuando posterior a los sismos hubo gente que se fue de la Ciudad de México, expresa la maestra en demografía y doctora en Ciencias Sociales con especialidad en población.
Montes de Oca refiere que el Estado debe buscar que las personas ejerzan sus derechos a la salud y al bienestar, consagrados en la Constitución, pero eso no se logra de un día para otro, sino poco a poco, cambiando conductas en la alimentación, el estilo de vida, etcétera. La salud no se debe ver sólo desde el punto de vista clínico, sino interdisciplinario, y ahí las ciencias sociales tienen mucho que aportar.
Nuestro país, abunda, debe retomar el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo aprobado en 2013 por 38 países miembros y asociados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Ahí se establece que la integración plena de la población y su dinámica en el desarrollo sostenible con igualdad y respeto de los derechos humanos es el marco general que debe guiar la profundización de las políticas públicas y acciones necesarias para erradicar pobreza, exclusión y desigualdad.
En el documento se acordó aplicar un enfoque de garantías fundamentales con perspectiva de género e interculturalidad en el tratamiento de los asuntos de población y desarrollo, así como garantizar un patrón de producción y consumo sostenible, evitando el agravamiento de los cambios climáticos indeseados, entre otras medidas. “Esa vinculación debe traducirse en estrategias transversales para atender a todos los grupos de la población y velar por los derechos de la niñez, las juventudes, hombres y mujeres, las vejeces y las personas migrantes”, recalca la experta.