• La democracia debe quedar asociada a la justicia y la igualdad social, sostuvo Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia
• Para Alicia Bárcena, exsecretaria Ejecutiva de la CEPAL, se requiere construir una sociedad del cuidado y abandonar la de privilegios
• Paul Ladd, del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, recalcó que la actual es una economía de avaricia y destrucción
La desigualdad económica es el principal desafío latinoamericano, además de ser éticamente inmoral, políticamente inadecuada e ineficiente, plantearon expertos internacionales en la 9ª Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales que tiene como sede 27 espacios de la UNAM.
Por eso, apuntaron, es necesario crear una base productiva duradera, sostenible, garante de la ampliación de derechos, la reducción de la pobreza y también permita al continente deje de ser el más injusto y desigual del mundo.
En el diálogo magistral “Crisis económica y dilemas del desarrollo en América Latina y el Caribe”, Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia, señaló que una base productiva de esas características permitirá distribuir la riqueza común de la sociedad y ampliar nuevos derechos colectivos, “tan necesarios”.
Hoy se requiere comenzar a discutir reformas progresistas de segunda generación. América Latina tiene que descartar cualquier posibilidad de hacer recaer en los pobres, los campesinos, los jóvenes, las mujeres y los trabajadores, la factura de una crisis que no les corresponde.
Al hacerlo, se consolidará un horizonte de futuro movilizador al cual aferrarnos como sociedades y un apego democrático de la población. “La democracia debe quedar asociada no sólo a la votación cada cuatro o seis años, sino a la justicia y a la igualdad social”, sostuvo.
El político recalcó que América Latina no está exenta del tiempo de desánimo actual. En los últimos 20 años ha dado lugar a la emergencia de gobiernos progresistas y revolucionarios, síntomas del ocaso del neoliberalismo, y que asumieron el conjunto de tareas redistributivas de la riqueza.
No obstante, el esfuerzo por crear un nuevo modelo de articulación y de organización social también ha comenzado a registrar límites y un agotamiento, entre otras causas porque no se modificó el sistema productivo y tributario anterior.
En la mesa moderada por Karina Batthyány, secretaria Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Alicia Bárcena, exsecretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, destacó que vivimos la ruptura de la globalización y el avance de la regionalización, donde Europa, Asia y Norteamérica se han organizado. Empero, la nuestra es una región altamente fragmentada, donde los países no se ponen de acuerdo en nada.
No tenemos una plataforma para dialogar en colectivo y eso es grave; el problema no es lo que hace cada nación por separado, en especial porque la nuestra fue la región más afectada del mundo por la pandemia. Ejemplo de ello fue que con 8.4 por ciento de la población mundial tuvimos más de 32 por ciento de las muertes, y el empleo cayó más que en otras partes del mundo.
Es fundamental, dijo Bárcena, hablar de una transformación del modelo de desarrollo. “Estamos ante un momento muy delicado de la humanidad, pero también ante la oportunidad de lograr este cambio de paradigma”.
Se requiere construir una sociedad del cuidado del planeta, de las personas, de niños y jóvenes, de los bienes públicos, los recursos comunes, y abandonar lo que ha sido la sociedad de privilegios. Este es el momento de decir a nuestros gobiernos y tomadores de decisiones que llegó la hora de tener una Latinoamérica más unida, finalizó.
Paul Ladd, del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, enfatizó que el sistema mundial actual gravita en torno a la inestabilidad, la falta de igualdad y la injusticia; es una economía de avaricia y destrucción, fuera de tiempo y frágil, en tiempos de inseguridad.
Por ello, se requiere colocar primero a la gente y luego a la inversión; debemos invertir más en las instituciones que hacen crecer a las personas para tener economías y sociedades más productivas y resilientes. También se necesitan sistemas de educación fuertes, que instruyan a las personas para que se adapten a los cambios junto con la tecnología, que avanza rápidamente.
Hay que hacer transiciones que sean compatibles con habilidades para la productividad y la transformación económica, concluyó el experto suizo.
Creditos: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2022_476.html