• Junto con Porfirio Díaz sentó las bases en el accionar metaconstitucional, metalegal, del presidencialismo, destaca Silvestre Villegas Revueltas en ocasión del 150 aniversario del fallecimiento del Benemérito de las Américas
Lo relevante de Benito Juárez es, junto con su generación en el siglo XIX, la preeminencia del proyecto liberal juarista, asegura Silvestre Villegas Revueltas, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM.

Con motivo del 150 aniversario luctuoso (18 de julio) del Benemérito de las Américas, el historiador universitario considera que el mejor homenaje que se le puede realizar es conocerlo a través de su correspondencia particular, decretos y reflexiones políticas.

Además, ponderar lo positivo o negativo de sus acciones de gobierno, entendiendo que lo sucedido fue durante el proceso de construcción del Estado nacional mexicano: la guerra de Reforma donde se enfrentaron conservadores contra liberales, la promulgación de las Leyes de Reforma, la suspensión del pago de la deuda a países extranjeros (que provocó la segunda intervención francesa, de 1862 a 1867), el acuerdo siempre dispar con los estadounidenses, etcétera. “Eso es lo importante, más allá de si murió de angina de pecho o lo envenenaron”.

La historia oficial es la que menos justicia le hace a Juárez (Guelatao, Oaxaca, 21 de marzo de 1806-Palacio Nacional, Ciudad de México, 1872), porque lo pone como un “santo” en ciertos aspectos, pero en otros, que son importantes, se queda en una especie de neblina que obstaculiza la apreciación del panorama: no toma en consideración los dobleces, los matices de ese relevante personaje histórico. “Lo coloca como una pared blanca e inmaculada, pero en realidad tuvo varios grises que son propios de los políticos”, afirma el doctor en Historia por la Universidad de Essex.

Si hoy una persona va de vacaciones y se pregunta cómo le benefician las Leyes de Reforma, la respuesta es sencilla: si estuviéramos en un régimen centralista, como el de Antonio López de Santa Anna, en los años 30 o 40 del siglo XIX, tendría que pedir un pasaporte interno y mostrarlo a la salida de la Ciudad de México, en el Estado de México, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, hasta llegar a Durango, en caso de que ese fuera su destino.

En cambio, uno de los aspectos fundamentales del liberalismo es su materialización en el libre tránsito de personas y productos, y solamente se presenta el pasaporte y declaración aduanal cuando uno viaja al o del extranjero.

A partir de la Constitución de 1857 que eliminó al catolicismo como religión oficial y las Leyes de Reforma que en 1860 establecieron la libertad de creencias, el ciudadano tiene la libertad de creer en la teología luterana, en Buda o ser islámico. No hay ningún problema, lo que no ocurría antes de dicho momento, cuando la religión oficial permitida era la católica romana.

Materializar el liberalismo como la libertad de expresión, de creencias religiosas o de tránsito es lo relevante del proyecto ideológico del liberalismo del siglo XIX, donde Juárez es genuinamente una figura destacada.

El proyecto liberal se consolida con la derrota de Maximiliano en 1867, se radicaliza con la Revolución Mexicana y el México posrevolucionario, hasta las contrarreformas de Carlos Salinas de Gortari en materias que favorecieron al clero católico y su accionar en empresas del sector educativo.

Más derechos

Otros hechos que nos remiten al expresidente de México, es la llamada Ley Juárez que se promulga en el breve gobierno de Juan Álvarez (octubre-noviembre de 1855) cuando él fungía como ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. “En la escuela nos dicen que esa ley limitaba los fueros eclesiástico y militar, para que los integrantes del clero y del Ejército pudieran ser juzgados por tribunales civiles si cometían un delito de ese orden”.

La otra parte importante, detalla el historiador, sigue siendo una asignatura pendiente en 2022: un sistema de administración de justicia eficaz. “Hemos avanzado, claro, pero no llegado a donde deberíamos estar. Esa ley quiso resolver diversas problemáticas, comenzando por lo obvio: quién va a litigar, quién puede ser juez, creación de juzgados y hasta el tema de los sueldos de los empleados del ramo judicial”.

Un aspecto fundamental del liberalismo por el cual Benito Juárez luchó fue la libertad de expresión, en particular la que se ejerce en los medios impresos: folletos y periódicos. “Existía una importante libertad y manifestación de ideas, se podían decir muchas cosas, pero publicarlas era otra cosa”.

La Constitución de 1857 incluyó esa garantía como derecho fundamental, esto permitió que hasta la primera mitad de la década de 1880 la prensa mexicana viviera una época de esplendor editorial por la libertad existente: se discutían las facultades extraordinarias, si era bueno o no romper con Inglaterra y Francia porque nos podían invadir, la conveniencia de enfrentarse con España, si era necesario acercarse a Estados Unidos, etcétera. “Todos esos temas, diríamos hoy, de la agenda nacional, se debatían en la prensa, ya fuese liberal, conservadora, monarquista e, inclusive, anarquista”.

Matices

Como cualquier personaje, Juárez tuvo aspectos oscuros. Llegó a la presidencia en medio de un golpe de Estado, en enero de 1858; los conservadores no lo reconocieron. Luego de haber gobernado con facultades extraordinarias durante el periodo de la Guerra de Reforma, fue genuinamente Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos en 1861 y 1867. Aquí se comienza a construir lo que hoy llamamos presidencialismo mexicano, que tuvo su época de mayor esplendor en los sexenios de Miguel Alemán a Carlos Salinas.

Ese fenómeno “no se entiende sin los primeros pasos dados por Benito Juárez y Porfirio Díaz. Ellos ponen las bases en el accionar metaconstitucional, metalegal y quizá ilegal en ciertos aspectos, del presidencialismo”, abunda el universitario.

En este sentido, Juárez tuvo que convivir con los caciques y comenzó a disputarles su influencia local durante la República Restaurada, y en el Porfiriato, el presidente fue el que les permitió tener influencia local. Los gobernadores, por ejemplo, también permanecían varios años en el cargo y su poder se lo debían al presidente, como ocurrió en ese mismo periodo.

Entonces, como ahora, se enfrentó un problema de inseguridad. “No debemos olvidar que el pacto de un gobierno con cualquier sociedad es brindar seguridad, legalidad y felicidad, y cuando de esos tres elementos uno no se brinda, el pacto está fallando”, menciona Villegas Revueltas.

El 23 de octubre de 1871, meses antes de su fallecimiento, Juárez expresó: “Si logramos, como espero, asegurar de una manera permanente el orden y la tranquilidad, habré satisfecho el mayor de todos mis deseos y podré bajar al sepulcro con la convicción que siempre he tenido de que será grande y feliz nuestra patria en el porvenir” (El gobierno de Benito Juárez (1867-1872), Estampas Republicanas. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Secretaría de Cultura, 2018)

Poco tiempo después murió siendo presidente en funciones. En su acta de defunción se estableció:
“En la ciudad de México a las diez de la mañana del día diez y nueve de julio de mil ochocientos setenta y dos ante mí, Francisco J. Ruíz, juez 3º del estado civil de esta capital, compareció el C. Benito Juárez Maza, hijo natural de Oaxaca, de diecinueve años, soltero, estudiante y con habitación en el número uno de la calle de Moneda, y expuso que: a las once y media de la noche de ayer en su dicha casa, falleció de neurosis del gran simpático, el padre del compareciente, el C. Benito Juárez, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, natural de San Pablo Guelatao en el estado de Oaxaca, de sesenta y seis años de edad, siendo abogado y con habitación en la referida casa, hijo legítimo del C. Marcelino Juárez y de doña Brígida García, ambos difuntos. Se inhuma su cadáver en el Primer Patio del Panteón de San Fernando” (Fajardo OG, Salazar A. Médicos, muerte y acta de defunción, Benito Juárez murió de neurosis del gran simpático en 1872. Rev. Fac. Med. UNAM. 2006; 49(4):172-173).

Créditos: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2022_577.html

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