• Jennifer Murphy enfatizó que este gas también ha sido reportado como parte de la lluvia ácida
El amoníaco (NH3), precursor de partículas contaminantes en la atmósfera, puede afectar la calidad del aire, el clima y la biodiversidad. Es un gas que forma parte de la lluvia ácida y su presencia en la Ciudad de México es alta; sin embargo, es un tema poco analizado, alertó la investigadora de la Universidad de Toronto, Jennifer Murphy.
Al participar en el ciclo de conferencias “Panorama actual de las ciencias atmosféricas y del cambio climático”, organizado por el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), consideró que es importante realizar más estudios a nivel local, regional y global, así como sus impactos a largo plazo.
Investigaciones realizadas “por los expertos de la UNAM muestran importantes incrementos en la cantidad de amoníaco en los últimos diez años en la Ciudad de México…así que vemos que la CDMX es un lugar donde se incrementan constantemente estas emisiones, lo que debe ser un objetivo de revisión para indagar si esto está vinculado solo a las emisiones o cambios en las partículas”, comentó.
La experta en estudios del nitrógeno activo compartió algunos de los resultados de sus investigaciones con estudiantes e investigadores del ICAyCC. Detalló que el amoníaco atmosférico es un compuesto formado por un átomo de nitrógeno y tres de hidrógeno, que se genera especialmente en los trópicos o cerca de ellos debido a las actividades agrícolas por la aplicación de fertilizantes ricos en nitrógeno, utilizados para la producción de alimentos y en las granjas donde se crían pollos, cerdos o reses.
En su charla sobre el impacto del amoníaco en la calidad del aire y del clima alrededor del mundo, la doctora en Química destacó que al hablar de emisiones contaminantes, además del dióxido de oxígeno o el ozono, el amoníaco también ha sido reportado como parte de la lluvia ácida.
Estudios realizados en Estados Unidos y Canadá demuestran que a partir de 1990 su presencia se ha incrementado dramáticamente; es decir, cada vez hay más en el aire. En el caso de México, la investigadora mostró los registros de la capital del país de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, la cual reporta en su sitio de internet que en 2016 se emitieron 1.39 millones de toneladas de contaminantes criterio (los que se deben monitorear), de los cuales 47,717 toneladas son de amoníaco.
La campaña llamada Megacity Initiative: Local And Global Research Observations (MILAGRO), coordinada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en la que participó el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM–, se realizó del 1 al 30 de marzo de 2006 en tres principales locaciones (el Instituto Mexicano del Petróleo; la Universidad Tecnológica de Tecámac en el Estado de México; y el Rancho La Biznaga, en Hidalgo), mediante la cual se revisaron las emisiones de los principales gases invernadero, incluyendo amoníaco y sus derivados nitrogenados.
“No he realizado ningún trabajo en México, pero he revisado las mediciones de amoníaco, especialmente las obtenidas por el proyecto MILAGRO en 2006, donde se observa que hay grandes cantidades de amoníaco, pero no muchos de sus derivados como el óxido nitroso”, comentó la investigadora.
A esto se suma, dijo, el estudio “Measurement report: Evolution and distribution of NH3 over Mexico City from ground-based and satellite infrared spectroscopic measurements”, de Beatriz Herrera del ICAyCC, publicado recientemente por la revista Atmospheric Chemistry and Physics, de la Unión Europea de Geociencias.
En este trabajo se midió el NH3 atmosférico sobre la Ciudad de México de 2012 a 2020 por medio de espectroscopia de absorción solar terrestre revisando las columnas totales de amoníaco, datos que fueron comparados con los del Interferómetro de Sondeo Atmosférico Infrarrojo.
Entre los hallazgos están que la mayor parte del NH3 medido en la estación urbana proviene de fuentes locales, mientras que el observado en el sitio remoto probablemente fue transportado desde la ciudad y las áreas circundantes.
“Basado en lo que se puede ver por los datos de Beatriz y que otros han dado, parece que el nivel de amoníaco es alto en la Ciudad de México y los datos de MILAGRO muestran que las partículas no son muy sensibles al amoníaco, porque tienen un exceso en la base y después niveles más bajos como los sulfatos de nitrato. De hecho, reducir el amoníaco no es la forma más eficiente de reducir las partículas contaminantes, sería más eficiente reducir la presencia de otros gases que reaccionan con él”, consideró Murphy.
En la Ciudad de México parece que hay demasiado “y no es lo que querríamos para reducir la contaminación ambiental, pero hay justificación por la acidificación del agua y la acidificación del suelo”, añadió la especialista canadiense.
Cambio climático regional
Mediciones de este gas en el campo de Estados Unidos y Canadá realizadas por la investigadora y su equipo de expertos durante los últimos diez años, permiten comprender el impacto del amoníaco en la composición atmosférica en una gran variedad de entornos.
Cálculos aéreos y terrestres de un estudio en 2017 de partículas finas de invierno en Utah, Estados Unidos, refieren que ese gas desempeña un papel importante en la regulación de la carga masiva de estas cuando se intenta mejorar la calidad del aire.
“Nuestras mediciones de flujo de covarianza de remolinos de amoníaco sobre campos de maíz fertilizados en las temporadas de 2017 y 2018, indican que las prácticas de manejo y las condiciones ambientales pueden controlar la magnitud, incluso la dirección, del flujo de amoníaco”, precisó Murphy.
Este fenómeno –prosiguió– no es ajeno a los polos, pues en la atmósfera del Ártico, durante la época de verano, junto con su equipo identificó que las colonias de aves marinas migratorias tienen un papel importante como fuente de amoníaco debido a sus heces.
Esto es relevante debido a que se considera que los polos tienen una atmósfera relativamente prístina o limpia, pero se descubrió que este gas ejerce una gran influencia en el número de núcleos de condensación de nubes y, en última instancia, en el cambio climático regional, finalizó.
Artículo recuperado originalmente de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2022_649.html