• Raúl Javier Revilla Vázquez utiliza el almidón termoplástico de la papa o el maíz
• A partir de 2019 se prohibieron en la Ciudad de México los plásticos de un solo uso, por lo que las empresas deben elaborar productos compostables
Científicos de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, de la UNAM, asesoran a empresas del Estado de México e Hidalgo para la fabricación de productos con plásticos biodegradables utilizando almidón modificado, los cuales son comercializados en México y exportados a Alemania, Suiza y Holanda.
Lo anterior gracias al trabajo del académico de esa entidad académica, Raúl Javier Revilla Vázquez, quien desde hace tiempo desarrolla polímeros derivados del almidón, aceite de soja, maíz y celulosa, los cuales son resistentes, maleables, versátiles e higiénicos.
El apoyo se otorga a dos compañías, una elaboraba desechables como charolas y tenedores, que por lo general son de poliestireno o polietileno, materiales no biodegradables. A partir de la publicación en la Gaceta Oficial del Distrito Federal que prohíbe los plásticos de un solo uso, necesitaron cambiar o migrar a biodegradables o compostables, detalló el investigador.
En el caso de los almidones -como el que tienen la papa o el maíz- para mezclarlos con plásticos deben ser modificados mediante reacciones químicas que los convierten en un termoplástico, por lo que el material resultante permite a los artículos finales tener, al menos, 50 por ciento de biodegradabilidad, precisó el experto.
“La línea de trabajo que atacamos fue el almidón termoplástico, este elemento no tiene problema, lo tenemos en México y puede provenir de la papa, la remolacha o el que se usa para fabricar el pan. Ese material lo modificamos químicamente, lo hacemos que sea compatible, que tenga mayor resistencia a la temperatura para que se pueda procesar”, abundó.
Revilla Vázquez expuso que la primera empresa con la cual tuvieron comunicación es Industrial Ebroquimex, S.A. de C.V., localizada en Hidalgo, la cual durante cuatro décadas se dedicó a elaborar desechables y ahora los produce con plásticos biobasados o bioplásticos.
Adicionalmente, otra empresa en Toluca, Estado de México, Resina Colores y Compuestos, S.A. de C.V., solicitó el asesoramiento de Revilla Vázquez para la preparación de uno de los compuestos para la elaboración del concentrado de almidón modificado, a fin de venderlo a industrias en Europa que fabrican con plástico.
El proceso, añadió, le permite reducir el costo de la importación de insumos extranjeros para la confección de plásticos que tienen un importante porcentaje de componente biodegradable, lo que reduce su huella de contaminantes a la mitad.
A decir de Revilla Vázquez, estos procedimientos son el porvenir del planeta porque los esfuerzos en innovación están centrados en mejorar las propiedades y disminuir el costo de los biopolímeros, lo que será posible cuando se masifique su producción y se den a conocer sus ventajas relacionadas con el ahorro energético y la reducción de la contaminación.
Sin embargo, en 2020, con la pandemia de la COVID-19, como todo se tenía que envasar y de los plásticos la mitad es para este fin, se incrementó su cantidad; “todo se tenía que poner en bolsas o empacar y se complicó”, reflexionó el especialista.
En esta investigación que actualmente revisa la patentabilidad del método de creación del almidón modificado, Revilla Vázquez y sus alumnos trabajan en colaboración con el Centro de Investigación en Química Aplicada, Saltillo; y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, del IPN, Unidad Querétaro.
Plásticos en uso
A partir de los años 40 del siglo pasado el plástico fue considerado elemento necesario, moderno y limpio. Sin embargo, su impacto medioambiental ha tenido graves consecuencias, pues en la actualidad cinco millones de bolsas se utilizan cada año, además que un millón de botellas de PET (polietilentereftalato) son compradas cada minuto, de las cuales casi 70 por ciento va a parar al medio ambiente o a vertederos, y solo nueve por ciento se recicla, alertó.
En 2019 la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal prohibió los plásticos de un solo uso; aun así, se espera que para 2030 se triplique el total de emisiones de dióxido de carbono (CO2) debido a la mala gestión de desechos que resultan de su ciclo de vida, comentó Revilla Vázquez.
Debido a lo anterior, enfatizó, las empresas analizan el uso de biodegradables que tienen mayores ventajas porque no contienen alérgenos, ni toxinas, y son seguros para los consumidores. Asimismo, su proceso de composición es más rápido y requiere de poca energía para su creación, lo cual permite menor dependencia de fuentes extranjeras de petróleo.
Se puede afirmar que no hay lugar donde no haya un artículo de plástico, están en todos lados y estamos en constante contacto con ellos porque son útiles, aseveró.
A grandes rasgos, detalló Revilla Vázquez, existen ocho polímeros biodegradables, seis obtenidos de fuentes renovables, es decir, plantas y madera. De ellos el más utilizado es el ácido poliláctico, 100 por ciento biodegradable y se encuentra en los plásticos de varios centros comerciales, pero las industrias fabricantes son extranjeras (principalmente de Europa y Asia), porque deben tener plantaciones de los recursos con los cuales los elaboran.
Artículo recuperado originalmente de: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2022_646.html